¿No les ha pasado que piensan que
su vida diaria cae en la monotonía? ¿A veces no sienten que andan en un camino
sin rumbo? ¿No se quejan de la falta de sinceridad en las relaciones humanas? O
¿Estamos tan bombardeados de información que no nos da tiempo de digerir y
sopesar una cosa cuando ya tenemos otra cosa encima? Esas son algunas de las
preguntas con las que tengo que luchar antes de irme a la cama.
La vida actual nos ha hecho
dependientes de la tecnología. No se me malinterprete: Me encanta como el ser
humano, con su inteligencia, ha logrado llegar hasta donde estamos hoy, y aún
nos falta mucho por ver. La tecnología ha hecho aumentar la calidad de vida de
las personas. Mi sobrinito, con casi 8 años maneja más información que yo a su
edad o que incluso el Rey Ricardo en su época. No está mal. De hecho, la única
forma de salir adelante es con conocimiento y la tecnología ha democratizado el
acceso a ella.
Una de las herramientas que aún
me maravilla, es el internet. Claro, para una persona que ha visto la evolución
de los videojuegos (de los 8 bits al Play Station 3); que usó disco de vinilo o
“long play”, pasó a la portatibilidad del “walk man” con las cintas o casettes,
luego al “disc man” y ahora usa reproductor de MP3; que tenía que ir a una
biblioteca a hacer una tarea y que, cuando llegaba, el libro que necesitaba lo
estaba usando otro o se lo habían llevado; que para estar al día con sus grupos de música
favorito tenía que comprar revistas que, al vivir en una ciudad pequeña, nunca o
raras veces llegaban al quiosco; que veía series de TV con 3 o 4 años de retraso,
etc., el internet ha sido una bendición. El simple hecho de llegar a casa,
hacer “click” a tu “browser”, usar el buscador de Google (reconozco que hay
otros como Duck Duck Go, que es libre, cosa que hablaré en otra entrada),
escribir tu tópico, “clickear” y tener millones de páginas con la información relacionada,
eso, señores, es una bendición: ¡Gracias, Sir Tim Berners-Lee!
Y ahora, con eso de los “Smartphones”
o teléfonos inteligentes, tenemos todo al alcance de la mano, literalmente
hablando. Pero, aquí es a donde quiero llegar. Hemos llegado al punto de la
Hiperconexión. No se me malinterprete: Tengo amigos en el exterior y gracias a
Facebook, Twitter, el “finado” MSN, ahora Skype, Google+, me permito estar en
contacto con la gente importante en mi vida. El problema está es que queremos
saber de todo y de todos al mismo tiempo que hasta llegamos a descuidar a
quienes tenemos al frente. Incluso, ese mismo exceso de conectividad, sería los
que Aldous Huxley en su “Un Mundo Feliz” retrató como la “Falsa Felicidad”:
Porque nuestras ideas son retuiteadas, nos creemos inteligentes; porque tenemos
muchos amigos en Facebook, nos creemos queridos… no, así no es. ¿Has visto la
sonrisa de un niño hoy? ¿Has abrazado a la gente que quieres? Con toda esa
información que manejas ¿has hecho algo creativo hoy? ¿Has aprendido algo
nuevo? Hay muchas imágenes recorriendo la Web sobre un pensamiento de Einstein:
"Temo el
día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad, el mundo solo tendrá una
generación de idiotas”. Tratemos que la tecnología no nos sobre pase.
Somos más que un avatar en un Time Line, somos más que una persona más en tu
lista de amigos, somos más que parte de un círculo.
No nos distraigamos de las cosas importantes:
Una llamada, un hola, una palmada, una sonrisa, un abrazo… es bueno
desconectarnos de vez en cuando y volver a la base, a la naturaleza: Eso nos permite organizar nuestras ideas. Evitemos querer
saber todo de todos porque luego, al ver a esas personas, no tendremos tema de
conversación ya que, al final, la conversación es lo que crea lazos.
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