La Vida es un andar, un caminar. Y en ese andar, conocemos a seres que,
con su vivir, revelan la grandeza que nos hace mostrar lo que significa ser
creado por el Gran Arquitecto de la Vida: Dios.
¡Qué misterio más hermoso conocer a los demás para conocernos a nosotros
mismos! De allí la expresión tan cierta de Jesús: “Quien dice amar a Dios, a quien no ve, y no ama al prójimo, a quien si
ve, es un farsante”.
Sediento de aprender, ávido de estudiar para llegar a ser una persona
capaz de enfrentar con posibilidad de éxito los embates de la vida, salí de las
cálidas tierras de mi querido Pedregal, a estudiar en el recién creado Instituto Universitario de Tecnología de
Coro (IUTC). Busqué sitio dónde
quedarme y, en esa búsqueda, el guiador de la Vida (el Espíritu Santo), me
llevó al Callejón Cuba, a la casa María
Adela. ¡Qué grande es la bondad divina! Porque en esa casa vivía, siendo
dueña, una familia Pedregalera. ¡Un pedregalero nunca niega asistencia al que
le solicita ayuda! Y quién iba a pensar que allí aprendí lo poco que se de
estudio y de vivir. Porque Doña Adela
me brindó no sólo paredes para vivir y dormir, no sólo las exquisitas comidas
para la buena alimentación sino algo más, su experiencia de vida. Una
experiencia que marcó mis futuras responsabilidades como jefe responsable de
una familia. Asumir las responsabilidades de Padre y Madre, levantara su único
hijo y convertirlo en excelente persona, ganarse el afecto y respeto de la
comunidad, es sólo una pequeña muestra de valor humano de quien, con una
sonrisa en los labios, me recibió en su hogar, para poder con ello, llegar a
culminar mis estudios universitarios.
¡Cuántos recuerdos están represados en mi corazón! ¡Cuántas vivencias
tengo de ese convivir! No fue una relación de Ama de Casa a Alojado ¡no! Fue un
trato de amigo a amiga. Alguien como yo, estudiante entonces, y toda un Señora,
que estimulaba y enseñaba con su vivir lo que es la Vida. Alguien a quien jamás
podré pagar lo que por mi hizo.
Ella, la Señora Adela, ha
fallecido. Se fue a la casa de Papá Dios. Recibió su llamado: ¡Ven, Sierva Fiel
y buena a disfrutar del banquete del Señor! A ese Paraíso eterno se nos fue
Doña Adela. Como ser humano, siento tristeza y dolor por su partida, pero como
Cristiano, aceptador de la voluntad de Dios, elevo plegarias al Altísimo para,
a través de ellas, pedir la bondad del Padre por quien fue para mí, modelo de
nobleza y de grandeza. Una verdadera hija de María, la madre de Jesús y madre
nuestra.
Consuelo a su prole, a Víctor,
mi amigo, y a todos sus familiares. Los que tuvieron la oportunidad de
conocerla y quererla, a todos ellos, mi afecto y solidaridad de amigo y hermano
de fe. A Doña Adela: Paz a su Alma.
Gracias Sr. Adelis por tan bellas
palabras para con mi abuela adorada, mi viejita.
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